Los textos literarios se diferencian de otros, en
primer lugar, por su intención
comunicativa,
predominantemente estética, es decir, artística:
constituyen una manifestación de la actividad humana mediante la cual el autor
expresa una visión personal por medio de recursos lingüísticos.
En ellos se crea un mundo de
ficción mediante un proceso mimético ( de imitación )de la realidad.
Independientemente de la mayor o menor aproximación a la realidad evocada, el
mundo creado en el texto literario siempre es imaginario.
En su proceso de
creación, los textos literarios se ajustan a determinados modelos, los cuales
determinan el género al que pertenecen: así, una obra literaria puede
adscribirse al género lírico, al género narrativo o algénero dramático.
Los textos literarios pueden
adopta la forma de prosa o la de verso. Estas modalidades textuales no son
privativas de un género determinado: a lo largo de la historia literaria los
tres grandes géneros han empleado ambos medios de expresión.
El lenguaje literario y la lengua común comparten
el mismo código, pero se distinguen en sus objetivos. La lengua común es
un vehículo de transmisión de información, mientras que el lenguaje literario
es un medio para crear belleza. Las obras literarias pretenden transmitir
emociones o contenidos nuevos y sugerentes mediante un
lenguaje connotativo y con una
finalidad estética.
El lenguaje literario suele
emplear un registro
culto, cuyas
principales características son las siguientes: cumple la función poética o
estética, es
innovador (dota a las palabras de nuevos sentidos), exige literalidad (cualquier cambio
o sustitución destruiría el mensaje original), y se desvía de la norma mediante los recursos literarios (fónicos – aliteración, paronomasia-, morfosintácticos
-anáfora, paralelismo- y léxico-semánticos –metáfora, comparación-), con
los que, muchas veces, causa extrañeza al lector.
El lenguaje literario se
manifiesta de forma distinta en cada uno de los géneros. En la lírica, predomina la expresión
del yo, con recursos como la adjetivación valorativa; en la narrativa, destacan el estilo verbal y
el punto de vista del narrador en el relato de las acciones; en el teatro, el diálogo da viveza al
conflicto entre los personajes.
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